Furcios que no podemos soslayar

Coffee & Comex by Marian Coronado
6 min readJun 18, 2021

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Cuenta la historia que una tarde el joven ratero había llenado de choclos una bolsa de arpillera tan alta como él mismo y cuando estaba a punto de traspasar la alambrada y abandonar el campo de sus fechorías fue detectado por el propietario, que a punta de escopeta lo detuvo.

- “¡Alto ahí! ¿Ande vai vo?

- “A las casas…”

- “¿Y qué llevai en esa bolsa?”

- “Eeee… pescau…”

- “¿Y diande hai sacau tanto pescau?”

- “Del río… (léase ‘yío’)”

- “¿Y con quiái sacau tanto pescau?”

- “Con la caña…”

- “¿Y ande ta la caña, mavé?”

- “La he tirau… Si ia nuiba pescá má…”

- “¿Y qué vai hacé con tanto pescau?”

- “Huuumitaa”.

La tensión frente a la escopeta hace que en algún momento la energía para sostener un discurso flaquee. En el chiste, el personaje es consciente de que con la mentira encubre un ilícito y conoce la verdad. En la realidad, los interrogatorios policiales no son tan distintos: buscan cualquier aparente contradicción en una deposición y, a veces, el testigo se convierte en sospechoso. En Argentina conocemos bien el caso de Jorge Mangeri, citado primero por ser el encargado del edificio donde vivía la adolescente asesinada Ángeles Rawson, y que terminó condenado por el crimen a partir de sus propios dichos.

Pero no siempre el hablante está al tanto de la idea que no debe aflorar. El conflicto permanece a nivel interno. Se lo conoce como acto fallido, lapsus linguae, desliz en el habla… En inglés se usa la expresión “Freudian slip”, en honor a los casos que analizó Sigmund Freud, particularmente en su obra Psicopatología de la vida cotidiana, que el propio autor reconoce haber “destinado al público en general”. Es un texto que apareció por primera vez en 1900 y al que Freud nunca dejó de hacerle añadidos, cambios sustracciones y correcciones durante por lo menos los 20 años posteriores. En esa obra, Freud (o su más encumbrado traductor) usa el término “trastrabarse”, algo que sucede cuando “el hablante tuvo en la mente dos respuestas y estas se le mesturaron”.

Freud menciona un “elemento sofocado” que reaparece en personas que de ningún modo pueden considerarse enfermas, debido a “perturbaciones de la función psíquica en la vida cotidiana” a partir de contradicciones provenientes de fuentes reprimidas porque “conducen siempre a cosas demasiado íntimas y penosas…”, por lo que la represión actúa para “evitar que se despierte displacer”.

Citando a otros autores, Freud evoca un caso resonante en la época, cuando el presidente de la Cámara de Diputados austríaca pronunció el siguiente discurso: “Compruebo la presencia en el recinto de un número suficiente de diputados y por tanto declaro cerrada la sesión”. Freud no duda: “la explicación sin duda es que el presidente deseaba poder cerrar ya esa sesión…” y agrega que “es muy común permutar entre sí palabras opuestas”, porque “están asociadas en nuestra propia conciencia lingüística, yacen muy próximas una a la otra y es fácil que se las convoque por error”. Señala, además, que “[e]s un fenómeno común que en el trastrabarse esfuerce su aparición justamente la idea que uno quería reservarse”. Como la humita.

Como dijimos, tras la primera aparición de la obra, muchos lectores se sintieron identificados y remitieron a Freud ejemplos de la vida cotidiana que corroboraban su doctrina y que fueron agregados en ediciones posteriores. Nos interesa particularmente el caso del médico W. Stekel, quien para su vergüenza, admitió haber dicho a una paciente hospitalizada pero ya próxima a ser dada de alta, que “usted, según espero, no ha de abandonar pronto el lecho”, algo que brotó del deseo reprimido del galeno de poder continuar tratando “más tiempo a esta adinerada enferma”.

Esto es más que ilustrativo. Es evidencia publicada por un médico (Freud) de que otro médico (Stekel) reconocen que no siempre los intereses de los médicos y los de los pacientes coinciden. En EL PEIPER sostenemos que no siempre podemos solos, que es más que sabio pedir ayuda, pero que es fundamental evaluar quiénes nos proveerán esa ayuda, quiénes serán esos agentes de cambio, y que en ningún momento debemos dejarnos encandilar por sus títulos, sean éstos de médico o de Míster América.

Esta semana, el presidente argentino Alberto Fernández dijo: “Aquellos a los que les hicieron dudar sobre las bondades de la vacuna, por favor no crean en lo que les dijeron, vayan y vacúnense; todas las vacunas alivian y garantizan que las posibilidades de muerte frente al contagio son ínfimas… Por favor, vayan y contagien… ¡Perdón! Vayan y vacúnense; eviten el contagio”. Uno está tentado de responder: “Humita”.

También circula en redes sociales una declaración en video del Ministro de Salud de Chile, Enrique Paris, en la que anuncia que “… este fin de semana reforzaremos la vacunación en varios lugares para seguir con… aumentando los casos…”. Más humita.

Ambos se trastrabaron. Pero a Fernández le llovieron los cuestionamientos, mientras que lo de Paris pasó un tanto más inadvertido. Ni siquiera estaba en Youtube al momento de redactar esta entrega de EL PEIPER.

Tal vez el video sea fake; es decir, falso. Pero tampoco tenemos noticias de que el gobierno de Chile haya salido a postular esta hipótesis. El hecho de que Paris hable con la mascarilla puesta facilita la edición de videos adulterados y, después de que los líderes del G7 se mostraran todos muy cercanos y a cara descubierta, lo del ministro de salud, médico y ex presidente del colegio médico de Chile, queda -en el mejor de los casos- reducido a una sobreactuación.

En otro texto, de 1915, Freud está en contra de minimizar cualquier acto fallido: “Cada vez que cometo un desliz al hablar, es evidente que podría hacerlo de maneras infinitamente diversas, cambiando la palabra correcta por una entre millares de otras o consumando incontables desfiguraciones de ella.” Considera, pues, apropiado, indagar en por qué se trató en particular de ese lapsus linguae entre miles de otros posibles. “El tipo más habitual y también el más llamativo de trastrabarse es, empero, aquel en que se dice exactamente lo contrario de lo que se tenía intención de decir”.

Mucha gente tiende a minimizar estos episodios y atribuirlos a fatigas, tensiones u otras alteraciones físicas o emocionales. Pero Freud sostiene que “no son condiciones necesarias de la operación fallida”, aunque “estos factores corporales no tienen otro valor que que el de facilitar y favorecer el peculiar mecanismo anímico del trastrabarse”.

Freud señala que en el acto fallido convergen dos tendencias: la perturbada y la perturbadora. La “tendencia perturbada, es siempre inequívoca”. Es lo que se quiso decir o lo que se debió haber dicho. Por ejemplo, abrir la sesión de la Cámara de Diputados en vez de cerrarla. Lo más probable es que quien comete el furcio lo admita inmediatamente. El problema está en la tendencia perturbadora, que pocas veces aparece igual de clara y menos aún proviene de una confesión directa. Porque consultado el hablante sobre su acto, “dice justamente lo primero que por azar se le ocurre, con tal que le parezca apropiado como explicación. (…) Podría ser así, pero también de otro modo…”. (“… pescau…”) Como en las investigaciones policiales, cuando la declaración coincide con el resto de la evidencia se tiende a tenerla por válida, pero cuando saltan a la luz las discrepancias hay que seguir investigando.

“… Como regla, la interpretación de la operación fallida se realiza siguiendo ciertos principios generales; primero no es sino una conjetura, un esbozo de interpretación, y después el estudio de la situación psíquica nos permite corroborarla. Y aun muchas veces debemos esperar acontecimientos venideros, que se anunciaron, por así decir, a través de la operación fallida, para confirmar nuestra conjetura,” señala Freud en sus Conferencias de introducción al psicoanálisis de 1915.

Conjeturemos: Fernández está entre la espada y la pared. Los expertos sanitarios quieren encerrar a todo el país. Si el gobierno no obedece los consejos, se enfermará toda la población. Si hace caso, la economía colapsará (más) y sobrevendría un estallido social. Mal si lo hago y mal si no lo hago, al presidente argentino le salió de adentro, camuflado, un “vayan y hagan lo que quieran; me están volviendo loco”. En Chile, el aumento de la vacunación coincide con el aumento de casos. Más de la mitad del país está “inmunizada” y al mismo tiempo encerrada en estricta cuarentena. Ya no saben cómo evitar que la gente asocie una cosa con la otra. Sólo es evidente que seguir vacunando en esas condiciones -al menos con las mismas marcas y productos- va en contra de todo lo que se enseña sobre Pensamiento Científico en el CBC. Y es el acontecimiento anunciado que confirmaría la sospecha.

No hay una segunda vez para una primera impresión.

“Toda clase de maestría se paga muy cara en este mundo, donde tal vez todo se paga muy caro.“

Friedrich Nietzsche — La gaya ciencia

@coffeeandcomex

PUBLICACIÓN Nº 31 Coffee & Comex by Marian Coronado. 13–6–21

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